Aunque soy una mujer del cine, siempre he vivido con los pies en la realidad, de manera que estoy muy al tanto del largo proceso de injusticias contra los Cinco.
Dos de ellos son mis vecinos, o lo son sus familias y en estos años he visto transitar a sus hijas de la niñez a la adolescencia y de la adolescencia a la juventud, casi con la misma velocidad con que las veo pasar por mi calle.
También soy testigo del agitado paso de sus esposas por una vida tan complicada como la de cualquier cubana, con el déficit adicional de sus compañeros para enfrentar los desafíos cotidianos.
Me resultan tan familiares los Cinco, que familiarmente les llamaba los muchachos. Así fue al menos hasta ayer, nueve de junio, cuando supe que Ramón Labañino cumplió 45 años.
Entonces me detuve a mirar sus fotos más recientes y a compararlas con aquellas de las primeras tribunas por su libertad. Las cada vez más abundantes canas en las sienes de René completan el ciclo que se inició con el cambio en las sonrisas de Tony y Fernando o el avance en las entradas de Gerardo.
En una película, el paso de tanto tiempo se puede hacer en horas o días, con el trabajo de un buen maquillador. En la vida real, el cambio lo provoca solo el paso involteable del tiempo.
Los Cinco no podrán, como nosotros al final de una filmación, quitarse de un golpe de agua o de servilleta, las canas ni la arrugas, pero sobre todo, no podrán quitarse ya las heridas de un encierro injusto, exageradamente prolongado por el odio del adversario o los lujos que se da el sistema legal norteamericano al dilatar infinitamente el proceso para dar apariencias de un apego a las leyes que al final no produce ningún resultado de justicia.
Basta con mirar las fotos de los muchachos que ya no son muchachos y de sus familias, castigadas también sin motivo ninguno, cuando se les niega la posibilidad de visitarlos -como es el derecho del resto de los prisioneros de las cárceles norteamericanas- o cuando se le cierra por completo esa posibilidad a dos esposas.
Basta con ver, en las miradas de ellos y de ellas, el dolor de esos castigos. Entonces es fácil entender lo que significa el nuevo fallo de Atlanta. Aunque para los expertos sean 99 páginas de detalles jurídicos, suavizados con algunas rebajas en las condenas, la dura verdad es que ellos seguirán presos.
El tiempo, el implacable, seguirá transitando cruel e injustamente sobre sus vidas y sobre las de todos los que esperamos.
Porque sé que gracias a la lucha de ellos, también hicimos cine y en definitiva vivimos o sobrevivimos a las amenazas de bombas en cualquier lugar de Cuba en los años 90. Porque sé que la de ellos no es una historia de cine, con final previsible, en la que la angustia termina cuando se encienden las luces, acepté con gusto venir a esta tribuna y sumarme a todos los que luchan por poner fin a la injusticia. [Fuente: antiterroristas.cu]
*Isabel Santos (Cuba, 1961). Actriz. Graduada en la Escuela Nacional de Arte en 1982. Ha desarrollado una intensa carrera en la televisión y el cine. Su primer filme fue Se permuta, de Juan Carlos Tabío (1983), y su carrera en este medio, ininterrumpida y muy exitosa, incluye títulos significativos como Clandestinos, La vida es silbar, Lejanía, Adorables mentiras y Miel para Ochún. Ha obtenido numerosos premios de actuación por su labor en cine y TV. Filmografía: 2006: San Ernesto nace en La Higuera.
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