lunes, 14 de julio de 2008

Cárcel para la dignidad, por Antonio Peredo Leigue

Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René. Así se llaman los cinco cubanos que, en dos meses más, habrán cumplido 10 años de encarcelamiento injusto en Estados Unidos de Norteamérica. Son nombres comunes, porque han pasado a significar a todos los hombres, y también a todas las mujeres, que luchan por la dignidad.

Esto fue lo que sentimos en Panamá, hace unos cuantos días, en las voces y las expresiones, en las voluntades y las decisiones que mostraron varias decenas de parlamentarios latinoamericanos reunidos allí. Sentimos emoción cuando escuchamos a Magali, diputada cubana y madre de Fernando. Afirmamos nuestra decisión, con las palabras de Ricardo Alarcón y la convicción que nos trasmitió Pedro Miguel González, presidente de la Asamblea Nacional panameña.

Un duelo más

Por si algo faltase, vivimos un impacto por la repentina muerte de Carlos Alvarado, el organizador de aquel Encuentro Parlamentario que se realizó los días 7 y 8 de julio. Dos días antes, y ya preparado su discurso de bienvenida a sus pares de todo el continente, el diputado panameño moría víctima de una embolia.

Toda su vida, dedicada a la acción política, a la actividad social y a la emoción deportiva, fue un constante defensor de los derechos humanos, sobre todo del derecho a la vida, que se expresa de tantas formas, pero nunca de forma tan esencial como en el derecho a la libertad. Por este derecho es que, varias veces, protagonizó iniciativas condenando la ilegal e ilegítima condena a estos cinco héroes cubanos.

Un homenaje a su memoria, también será toda la actividad que realicemos hasta el próximo 12 de septiembre. Ese día, en toda América Latina habrá movilizaciones exigiendo la libertad de todos y cada uno de ellos.

Gerardo

Sobreviviendo en “el hueco”, Gerardo Hernández Nordelo, encontró el valor necesario para escribirle estos versos a su madre: “Te diré cuánto aprecio tus años de desvelo, tu silencio infinito y tu inmenso valor, y sabrás cómo ansío regresar a tu suelo, renacer en tus brazos y sentir tu calor”.

La condena que se le impuso es de dos cadenas perpetuas y 15 años más. Si, si; no leyó mal. Son quince años más, por si acaso sobrevive dos veces a su propia muerte.

Ramón

Desde la larga sentencia que cumple, Ramón Labañino Salazar, le escribe a sus hijas: “Ahora ustedes podrán entender por qué papá no pudo estar más tiempo a su lado, ni vivir tantos momentos felices y alegres que viven todos los papás con sus hijos... Yo regresaré, no lo duden... y cuando vuelva reconstruiremos todos los sueños y anhelos que hicimos esperar...”.

Años de reclusión no han podido endurecer el sentimiento de un padre tierno que, a la vez, es un hombre dispuesto al mayor sacrificio porque ama la libertad. Por ese sentimiento, es que fue condenado a una cadena perpetua más 18 años de cárcel.

Antonio

“No tenemos la libertad que deseamos todos, aunque en nuestro corazón y pensamientos somos hombres muy libres pero para compensar esa falta de libertad, tenemos suficiente valor y dignidad”, le dice a su madre, Antonio Guerrero Rodríguez, en una carta que traspasó los muros de la celda solitaria en que cumple su condena.

Es también uno de los héroes que deberá cumplir 10 años de cárcel más si sobrevive a la cadena perpetua con que se castiga su dignidad. Esa dignidad que compensa la libertad que le arrebataron en Miami.

Fernando

A su esposa le escribió, Fernando González Llort, cuando lo enviaron por segunda vez al “hueco”, estas palabras de valor: “Sólo voy a usar la frase de Silvio Rodríguez en su canción ‘El Necio’ que tanto significado tiene para nosotros: ¡Yo me muero como viví!”.

Su sentencia alcanza a 19 años. No parecen muchos frente a las cadenas perpetuas de sus compañeros. Son, sin embargo, tan eternas como aquellas, porque tienen el sello de la injusticia y el odio destilado contra una revolución que ellos defendieron y siguen defendiendo desde donde se hallan.

René

El espíritu íntegro de René González Sehwerert se expresa, con absoluta claridad, en estas líneas que le envió a su esposa: “Se feliz a toda costa. No te permitas un pensamiento pesimista, o un recuerdo desagradable, o la huella de una bajeza que alguna vez te hizo vivir un mal momento. Piensa que a todas estas cosas las venciste dentro y fuera de la cárcel a golpe de carácter, de moral y de principios...”.

Se sienten pocos los 15 años que le dieron como condena, si se piensa en el valor de un hombre como él, que es capaz de trasmitir una entereza tan alta a su esposa.

Aunque, por cierto, no se trata de esperar que se cumpla ni la más corta de estas condenas, porque todas ellas son largas en la medida de las humillaciones con que, el sistema carcelario estadounidense, los ha sometido desde el primer momento.

Están separados en cárceles distantes cientos de kilómetros y enviados, frecuentemente, a celdas solitarias, húmedas y sin luz. Mientras, al mismo tiempo, se niega visas a sus familiares para visitarlos.

La indignidad de Miami

Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René se infiltraron en las organizaciones terroristas de los gusanos que han complotado contra Cuba desde hace medio siglo; es decir, desde que triunfó la Revolución Cubana. Los diez gobiernos que se han sucedido en la Casa Blanca desde entonces, se han valido de estos terroristas para atentar contra la democracia y la libertad, en esa Cuba cuyo gobierno ya no obedecía y, por tanto, sus riquezas no beneficiaban a las empresas norteamericanas.

En Miami se concentraron aquellos terroristas, en permanente conciliábulo para asesinar al Presidente Fidel Castro, planificar atentados contra locales de afluencia humana, incluyendo escuelas y provocaciones que dieran pretexto a una invasión.

Miles de esos complots han sido detenidos por la actividad silenciosa de patriotas cubanos que han alertado a tiempo, a veces intervenido directamente para impedirlos y, siempre, con riesgo de su vida.

Esa es la labor que cumplían esta vez los cinco hombres que han sido condenados, como queriendo castigar a todos quienes frustraron los aviesos planes de los contrarrevolucionarios que dominan Miami.

La ignominia de esa conducta, incluso reconocida así por magistrados de Estados Unidos, ha sido más poderosa que cualquier razón. Para que ésta pueda primar, se requiere de la voluntad de todos los hombres y todas las mujeres que aman la libertad, luchan por la soberanía y sienten dignidad.


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