3 de junio de 2008
Cuando Gerardo Hernández Nordelo amanezca este 4 de junio tras los barrotes carcelarios que el gobierno norteamericano le impuso desde 1998, privándolo inmerecidamente de la libertad, estará cumpliendo 43 años de edad, de ellos los 10 últimos sin su Bonsái.
Un hombre puede entrenarse en soportar martirios, alimentadas sus fuerzas físicas y mentales con la convicción de que sus ideales justifican los sacrificios más allá de cualquier injusticia; pero nunca reprimir todos sus sentimientos todo el tiempo de su vida. Por eso, en este miércoles especial, Gerardo traerá consigo en sus recuerdos al tesoro viviente de su vida: Adriana Pérez O`Connor, la esposa que él poéticamente llama "Mi Bonsái".
Ella es la mujer con quien contrajo matrimonio hace 24 años, la acompañante desde entonces por los senderos de la vida, por todos ellos, también por el que lo condujo injustamente a la prisión.
La queja, el reclamo, el grito acallado en sí mismo para que el enemigo no se refocile en su sadismo, es para denunciar a quienes, obrando contra la propia ley y la justicia, cebaron sus odios y venganzas en cinco hombres nobles. Gerardo, al igual que sus compañeros Ramón Labañino, René González, Fernando González y Antonio Guerrero, conoce la importancia de las acciones que desarrollaron en territorio norteamericano para conocer y alertar a tiempo sobre los planes terroristas que desde allí fraguaban elementos inescrupulosos.
Ellos son internacionalmente conocidos como los Cinco, luchadores antiterroristas que la Casa Blanca encarceló en septiembre de 1998 bajo cargos falsos, y en un juicio políticamente amañado, condenó a penas que suman cuatro cadenas perpetuas más 77 años.
De nada valió que un panel de expertos de Naciones Unidas declarara la falta de fundamentos jurídicos para tamaña arbitrariedad, ni que un tribunal de tres magistrados de la Corte de Apelaciones de Atlanta, Georgia, invalidara en una ocasión el proceso y las sentencias.
La mente enajenada de George W. Bush —el presidente más impopular que ha padecido Estados Unidos, según encuestas recientes—, junto con las de sus asesores, frustrados en empeños anticubanos mayores, dictaron órdenes de impedir por todos los medios que la ley hiciera verdadera justicia a los patriotas cuya misión en Miami era informar a su Patria de los planes terroristas contra Cuba fraguados allí.
A Gerardo le dieron dos cadenas perpetuas más 15 años de reclusión.
Afamados e imparciales expertos en jurisprudencia han demostrado la falsedad de las imputaciones, al igual que los procesos enajenados del que él y sus compañeros han sido victimas.
Para los Cinco han transcurrido 117 meses en prisión, algunos de ellos confinados en "el hueco", brutal forma de castigo.
Esta realidad está presente en la mente de Gerardo en su cumpleaños 43, en plena madurez vital. Pero él sabe que las ideas no son apresables, y que el pensamiento y la acción de millones de compatriotas y amigos lo acompañan hoy, no en la prisión, sino en la libertad de sus ideales.
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