Han cambiado mucho las cosas, Doctor, hay gente que aún se mueve como en sus tiempos de agitación, pero son los menos. La mayor parte de la gente parece caminar mirando el piso, soportando la marcha cruel del libre mercado. Como seguramente ha sabido, no hubo socialismo, ni real, por suerte, ni utópico. Sabrá que se vinieron muchas utopías al suelo y quedó solamente en pie el neocapitalismo. O sea, lo mismo de antes pero aplicado a todo, desde el amor a la salud, la educación, el ocio, la fiesta, el trabajo. La gente hoy se endeuda, no ahorra. El pueblo no existe en los discursos y es, a lo más, una multitud que acude en masa a sembrar de pétalos la marcha del catafalco de un general de Carabineros. No hay movilización aunque la injusticia sea la misma o quizás hasta peor. Hay más dinero pero también hay más deudas. Hay más automóviles, más televisores, más electrodomésticos. Hay muchas tiendas. Se marearía de verlas. Los diarios dicen todos casi lo mismo. “The Clinic”, una extraña revista de humor sarcástico, lo ha dibujado como una especie de superhéroe pop.
La gente, sin embargo, lo admira. Aunque se tiñan el pelo, aunque se vistan de negro y se maquillen pálidos como muertos, aunque estén encaramados en los nuevos buses que como antes están llenos y no se sabe todavía qué hacer con ellos. No hay salud para todos, no hay educación para todos o, por lo menos, si la hay es cara y difícil de sostener, no hay espacio laboral para todos.
Hay muchos supermercados y la prosperidad a ratos lo tiñe todo de malls. La gente, cuando se distrae, sale de compras. Las tarjetas de crédito son más importantes que la cédula de identificación.
Afuera hay protestas, como en sus tiempos, los camioneros, los estudiantes, el pueblo mapuche. No tienen la resonancia de antes. No hay en el aire la sensación de una revolución inminente. Más bien el cambio es de color de pelo, o de ropa usada, o de disco de moda. Por eso el orador, el gran orador, no tiene sitio. Y menos el romántico utópico. Todo es tan práctico, tan tecnocrático. A ratos eficiente, y se agradece, y cuando no lo es, la gente reclama. Y mucho. Para ser chilenos, esos que usted llamaba los habitantes de un país notarial, casi en exceso.
Lo echamos de menos igual. En el Senado, su estilo, su prosapia, su verbo. Lo silbarían muchos de los que estuvieron en el Gobierno militar, lo aplaudirían hasta los díscolos. Sería extraña su reaparición como senador vitalicio. O como senador fallecido ilustre. Quizá debería reformarse
15 de junio 2008
Fuente: Chileinforma
Fuente: www.piensachile.com
Tomado de
http://hmontecinos.wordpress.com/2008/06/17/si-usted-volviera-doctor/
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