miércoles, 18 de junio de 2008

Más allá de la estatua, por Miguel Bonasso

Una imagen extraordinaria nos sacudió hace algunos días, mientras navegábamos por la red: la monumental estatua del Che, con el Obelisco porteño a sus espaldas. Fue en el trayecto hacia su Rosario natal, donde el monumento fundido con el aporte de miles de personas que enviaron llaves y otros objetos de metal, sería emplazado para celebrar el aniversario 80 de su nacimiento y, sobre todo, para reparar una injusticia histórica: el anatema o la desatención de la Argentina

Sin duda "la querida presencia" del Comandante Ernesto Guevara, habita en el corazón de varias generaciones de militantes populares desde el mismo momento en que se conoció su contribución decisiva al triunfo de la Revolución Cubana, pero el país de nacimiento, el que dio origen a las tres letras de su apodo universal, estaba en deuda con uno de sus hijos más ilustres.

La generación de los 30 mil desaparecidos, la más noble y generosa de la historia argentina, la que se comprometió hasta dar la vida en defensa de los humillados y ofendidos, nació a la militancia movilizada por el ejemplo del Che. Más allá de siglas e identidades políticas, la generación del 70 fue guevarista en sus principios y en su conducta. Y gracias a esa conciencia guevarista, fue la primera generación política que enriqueció la lucha por la liberación nacional, integrándola a la lucha por la liberación latinoamericana.

En inevitable paralelo, los dueños del país y sus sicarios uniformados, intentaron sepultar su memoria y reprimieron duramente a los propios familiares de Guevara y a sus miles de seguidores. Por temor, por ignorancia, por oportunismo o por sectarismo, algunos sectores políticos les hicieron el juego; no fuera a ser que los considerasen "subversivos". También hubo quien conspiró desde el mundo de la cultura, para escamotear la esencia revolucionaria de la parábola del Che, presentándolo como un "idealista" ajeno a la circunstancia histórica real, como un "romántico incurable" predestinado para la derrota y el martirologio. El sistema quiso anularlo también desde el elogio de doble filo o la conversión en un ícono mercantilizado, asimilable a la sopa de tomate de Andy Warhol.

Más allá de la estatua y su victorioso peregrinaje a Rosario, es indudable que perdieron la batalla de ideas.

No es casual que este demorado homenaje al Comandante Guevara se produzca en este momento. En una etapa signada por la recuperación de la memoria histórica y renovadas victorias para alcanzar - después de tantos años de impunidad- la verdad y la justicia que se merecen los 30 mil desaparecidos.

Tampoco es casual que este reconocimiento tenga lugar en una circunstancia latinoamericana excepcional, en la que los pueblos rechazan el modelo neoliberal y eligen nuevos gobiernos comprometidos con el viejo anhelo de la Patria Grande. Aunque las dificultades siguen siendo enormes y el proyecto bolivariano, que el Che encarnó como ninguno, continúa sometido a graves asechanzas, hay razones para celebrar este triunfo de la memoria histórica.
oficial.

Fuente: La Jiribilla

Tomado de Por Cuba: Boletín Especial de CUBARTE, Año 6 Número 49

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